lunes, 10 de marzo de 2014

El Carnaval Hurdano. Acontecimiento de conexión humana.

Yo creía que habían pasado los Carnavales, al menos esos que llaman Carnavales por que tratan de imitar a los de Brasil y compañía: con sus desfiles de comparsas, murgas, concursos y no se cuantas cosas más. El caso es que si tiramos de libros y hacemos uso de definiciones puristas, los Carnavales o Carnestolendas son los tres días que preceden al miércoles de Ceniza. En Europa está asociado a la tradición católica y el origen de su celebración parece probable que sea de las fiestas paganas, como las que se realizaban en honor a Baco, el dios del vino, las saturnales y las lupercales romanas y las dionisias griegas, en honor al dios Dioniso.




El caso es que el sábado pasado hacia un día de estos que llamamos resplandecientes. Habíamos acabado de participar en un acto con motivo del Día de la Mujer y decidimos darnos una vuelta por las Hurdes a ver como bajaba el Chorro de la Meancera, en el Gasco. Ya estábamos en la carretera que sale de Vegas de Coria y a la altura de Martilandrán empezamos a ver gente disfrazada por la calle. Saltó la sorpresa: “¿qué es esto, si ya han pasado los Carnavales?”, a medida que avanzábamos, eso sí, a 20 km/h, el bullicio y jolgorio se hacian más patentes.




Paramos en un resquicio, de los pocos que quedaban, y preguntamos: “¿señora que se celebra hoy?; “son los Carnavales Jurdanos, que tocan aquí este año”, nos contestó una vecina del lugar. “¿Carnavales?, si ya han pasado, terminaron el martes”, respondimos nosotros. Puesta de jarras nos replicó la señora, contundente e inequívoca: “Ya, pero como hizo mal tiempo se decidió dejarlo para este fin de semana”. No lo dudamos, “ahí está, con dos cojones”, respondimos nosotros”.



Cogimos los bártulos, la Pentax que no faltara, y nos fuimos al cogollo de la celebración. En una pequeña plaza, embutida en la pendiente del monte, estaba el núcleo del jolgorio. A partir de ahí se me hace difícil exponer con palabra los que allí aconteció. La fotografías que tomé son reveladoras de lo que vivimos, al menos eso creo yo. No por ello dejaré de hacer una valoración del acaecimiento, tratando de ser objetivo y riguroso en todo momento. 
















Para mí fue un encuentro con mis orígenes, con mis tradiciones, con los míos. No soy de las Hurdes, como ya sabrán, pero soy de Coria, Ciudad a la que a su “Tierra”, pertenecía esta maravillosa Comarca. Los Hurdanos han sabido abstraerse de tanta morralla influyente, de la que se esparce por la televisión, y hacen un Carnaval de los “Nuestros”, “de los de toda la vida” y nada mejor para explicarlo que fusilar la referencia que la Mancomunidad de las Hurdes hace en su página web de este Carnaval Hurdano: 


De un gran arraigo costumbrista y mítico, se conserva el carnaval hurdano como una de las fuentes históricas mejor guardadas. Es difícil establecer el origen y lugar propio del carnaval (se apunta más bien a la alquería de Cerezal como la esencia misma), pero sin duda, es el marco geográfico en su conjunto el que le da un carácter especial, rodeado de naturaleza y entremezclado con la arquitectura vernácula de piedra y pizarra.
El espíritu anárquico que conlleva el carnaval, da lugar a que se pongan de manifiesto los fuertes lazos convivenciales de esta antigua comunidad pastoril que guarda para este tipo de actuaciones todo un legado de mitos y leyendas, y cuyos miedos intentan sacar al exterior.
Colorido, costumbrismo y sabor tradicional son algunos de los adjetivos que se pueden proclamar en torno a esta festividad, caracterizados por personajes que mantienen una dualidad hombre-animal, ya incluso desde tiempos prehistóricos.
Así podemos hablar de personajes como el "Burru antrueju", el "machu lanú", "la mona"; de peleles como "la tarara", "el cenizu", el "obispu jurdanu", los "diabrilluh", y los "mozos del guinaldu", acompañados todos ellos por una corrobra folclórica de tamborileros, cuyas melodías de antañas coplas y romances, amenizan bailes y danzas de antigua interpretación, provocando cantes, risas y alborozos, y que durante todo el día se encargan de conseguir una fiesta integradora de todo el tejido social."





"Aparte del colorido folclorista, el carnaval hurdano tiene asociado una gastronomía propia, que se centra en la celebración de una comida de fraternidad entre todos los componentes carnavalescos, productos que se han obtenido de los famosos "guinaldus" ofrecidos por las gentes de los pueblos. El plato típico consiste en un potaje de alubias con berzas y patas de cerdo, regado con una buena polienta y hogazas de pan. Para reposar la comida, un buen aguardiente de madroños”.











Conclusión: Un día inolvidable, con gente GRANDE donde las haya,  
gente extraordinaria, un día entre los míos.

¡MUCHAS GRACIAS!.


Por cierto, 
el cocido 
¡de puta madre!.



















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