El Salto del Gitano desde el mirador del mismo nombre
El primer día hábil de este año y
por circunstancias personales me encontré en la carretera que vertebra el Parque Nacional de Monfragüe
(Reserva de la Biosfera). Había llevado a mi hija a la estación de ferrocarril
que, por cierto, lleva el nombre del Parque. Como era muy temprano me acerque a
las entrañas de esta maravilla de la naturaleza para darle un vistazo. El
ambiente invitaba a una ojeada, la magia que envolvía el entorno era absolutamente
atrayente. Una mañana de lluvia moderada, el cielo totalmente cerrado, los
arroyos, regatos y regateras circulaban a mediano cauce.
El aire húmedo trasladaba un sinfín de aromas casi todos identificables: tierra mojada, clorofila, lavanda, cantueso, jara pringosa, romero y un raudal de fragancias que transmitían un agradable sosiego y una relajación que se agradecía después de estos días de fiestas.
El aire húmedo trasladaba un sinfín de aromas casi todos identificables: tierra mojada, clorofila, lavanda, cantueso, jara pringosa, romero y un raudal de fragancias que transmitían un agradable sosiego y una relajación que se agradecía después de estos días de fiestas.
A la altura del Mirador del
“Salto del Gitano” y a pesar de la meteorología que acontecía, una presión me
instigaba a coger la cámara y salir del coche; ese ambiente había que
perpetuarlo. Tenía que ser todo muy rápido, dado que no llevaba ningún objetivo
sellado y los que tenía podían correr peligro de deterioro. Monté el Sigma 10-20 mm f4-5,6 DC EX HSM y salí lanzado a tirar dos
o tres fotos. Los encuadres fueron muy a la ligera, precipitados diría yo, pero
parece que mi Pentax sabía ella sola lo que tenía que hacer. Al final fueron
cinco imágenes, cinco estampas desde mi humilde opinión.
Una vez puesto a salvo el equipo
volvía a salir del coche y recrearme con aquel precioso paraje. Daba igual la
lluvia, casi se agradecía …
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